Paralelamente al acontecimiento espiritual, tiene lugar una ceremonia en un pequeño valle del Tibet. El valle, al pie de los Himalayas, está rodeado por montañas excepto hacia el noreste, donde existe una estrecha abertura. El valle tiene forma de botella con el cuello hacia el noreste, abriéndose hacia el sur. En el extremo norte cerca de la abertura hay una gran roca plana. Para el plenilunio de Tauro llegan peregrinos, devotos y lamas que ocupan la parte sur y central del valle, dejando el extremo noreste relativamente libre. Allí, se congrega un grupo de Grandes Seres que son en la Tierra, los custodios del Plan Divino para nuestro planeta y para la humanidad. Con su Sabiduría, Amor, Presencia y Compasión forman una muralla de luz para nuestra raza, para guiarnos en el proceso de transformar las sombras en luz, de pasar de lo irreal a lo real, y dar el paso de la muerte a la inmortalidad. Este grupo de conocedores de la Divinidad, se sitúa en el confín del...